viernes, 17 de mayo de 2024

EN EL PERÚ Y DESDE EL PERÚ

Años 1976 -1978 en Lima

El 29 de agosto de 1975, el General de División EP Francisco Morales Bermúdez Cerruti, lideró un golpe de estado y derrocó al Presidente Velasco (siendo su Presidente del Consejo de Ministros) en la ciudad de Tacna, hecho que se denominó el "Tacnazo".

Morales Bermúdez Gobernó 5 años con el Almirante de la Marina de Guerra Jorge Parodi Galiani, y el Teniente General de la FAP, Jorge Tamayo de la Flor. En ese período de Gobierno viajaron los tres a Roma y visitaron la tumba de San Josemaría Escrivá, en la Iglesia Prelaticia, para pedirle por el Perú.

 

El encargo de San Josemaría

“En el Perú y desde el Perú” era un encargo que nos dejó san Josemaría a los peruanos haciéndonos ver que ahora nos tocaba realizar una nueva evangelización, llevando la Palabra de Dios y el testimonio de una vida cristiana de santidad, por todos los rincones del Perú y luego poder salir a otros países, llevando a Dios con nuestras propias vidas.

Después del salto al Cielo de San Josemaría el año 1975 Don Álvaro del Portillo nos motivaba a crecer en el amor a Dios, dando un salto en la calidad de nuestra vida interior, para poder conocer y difundir la vida santa de San Josemaría Escrivá por todas partes, porque sería un bien grande para toda la Iglesia y por lo tanto para muchísimas almas.

 

Las Hojas informativas de San Josemaría

A mi me encargaron sacar adelante la oficina de vicepostulación del Opus Dei en Lima que funcionaba en Tradiciones para ir poniendo las bases y luego poder iniciar el proceso de canonización de San Josemaría, que tendría que pasar por diversas etapas.

En la oficina nos encargábamos de imprimir las hojas informativas y las estampas con la oración votiva. Hicimos un enorme fichero de suscriptores y enviábamos la Hoja por correo. En poco tiempo teníamos suscriptores en todo el territorio nacional.

 

Las películas de las tertulias de San Josemaría

Empezaron a llegar a Lima los rollos de 16 mm de las tertulias filmadas de San Josemaría en las catequesis de España y América.

Me encargaron del cuidado de los rollos y de hacer un guion de cada tertulia filmada para que pudieran solicitarlas conociendo el contenido de lo que se iba a ver.

Con el tiempo, se empezaron a organizar proyecciones mensuales de esas tertulias para todo tipo de personas. Esta experiencia fue maravillosa. La devoción de San Josemaría se extendió a lo largo y ancho de todo el país.

A la oficina llegaban cartas pidiendo Hojas informativas y estampas, también escritos contando algún favor o milagro que San Josemaría les había conseguido.

 

Capellán del Colegio Markham

En abril de 1976, me encargan enseñar religión en el Colegio Markham de Lima. El director peruano era Amadeo Gadea, con quien traté bastante y con algunos profesores, como José Vega, Hugo Berninson, entre otros.

Hice una excelente amistad con Julio César Espinoza que perdura hasta la fecha. Nos vemos con relativa frecuencia en reuniones familiares y en algunos eventos educativos tanto en Lima como en Chiclayo.

En el Markhan, tuve como alumnos a Jaime Bayly, Diego Bertie, Alfredo Tomassini Aita, que murió en el accidente aéreo de Ventanilla, cuando era jugador del Alianza Lima. Hice amistad con Carlos Espá, que también perdura hasta la fecha.

 

Un paseo al Callejón de Huaylas

Yo vivía en el Centro Cultural Tradiciones donde se desarrollaban actividades para chicos de colegio y de universidad.

En 1976 hicimos, con los chicos de Tradiciones, un paseo al Callejón de Huaylas en el departamento de Ancash. Salimos en una camioneta Volkswagen, que llamábamos “pan de molde” porque ese modelo se parecía a un pan alargado que se vendía en todas las panaderías con ese nombre.

Llegamos a Huaraz al atardecer, pero teníamos que seguir hasta Yungay donde el P. Elmer Norabuena, un amigo nuestro, nos había conseguido un alojamiento. Pero en Huaraz nos informaron que unos subversivos habían cortado la carretera que llegaba hasta Yungay.

Me preocupé mucho porque ya estaba entrando la noche, hacía mucho frío, la camioneta estaba llena de chicos, y no tendríamos dónde dormir. Me fui al Obispado para tratar de conectarme con el P. Elmer a través de la radio, pero fue inútil.

Le rezábamos a San Josemaría con la estampa de la devoción privada para que venga una solución. Al rato llega un sacerdote italiano y nos pregunta quiénes éramos. Enseguida le contamos nuestro percance. Él nos contó que tenía un alojamiento en un pueblo que se llama Jangas. Nos dio la dirección y el nombre de la persona que nos iba a recibir de su parte, que nos entregaría las llaves. Le agradecimos mucho. Estábamos muy contentos porque San Josemaría había solucionado nuestro problema.

Lo grandioso fue cuando llegamos al pueblo, ya de noche, al recibir las llaves del alojamiento, en el llavero estaba la fotografía de San Josemaría. Nos pareció increíble que, en ese pueblito de la sierra, metido entre los cerros y sin comunicación, estuviera la foto del Santo de lo Ordinario, y que nosotros, que le habíamos rezado buscando una solución, recibiéramos ese llavero con su foto.

 

Las bases para una posible expansión

En Tradiciones con Jorge Gandolfo, Oscar Sebastiani, Henrry Bullard y otros más, organizamos varios mini clubs en los distintos distritos de Lima para conocer chicos y conectarlos con Tradiciones. Le llamamos: Las bases.

Le pedíamos a una familia amiga que nos prestara su casa un par de horas por la tarde para tener alguna charla o meditación con los chicos de esos lugares, tomar un lonche y acabar. Estuvimos en Barranco, en Jesús María, el Pueblo libre y en Chama. Como éramos muy pocos y no teníamos tiempo esta iniciativa no prospero. Algunos chicos de las bases pasaron a Tradiciones.

 

El gran concurso cultural

En esos años, como yo era exalumno del colegio SSCC Recoleta, los padres del colegio me facilitaron unas listas con las direcciones de los chicos de los últimos años de media. Así pudimos conectar a Luis Felipe Arizmendi, a su hermano Emilio y a Pancho Pulgar Vidal. Ellos a su vez llevaron a otros chicos del colegio por Tradiciones.

Con Henry Bullard organizamos el Primer Concurso Cultural inter escolar. Imprimimos un folleto y nos paseamos por los colegios buscando que participaran del concurso. Este concurso que empezó el año 76, se tuvo todos los años sucesivos y era una de las principales actividades que teníamos en la labor con chicos. Se conectó mucha gente de diversos colegios.

Si bien recuerdo participaron los siguientes colegios de Lima: Recoleta, Santa María, Maristas San Isidro, Santa Margarita, La Salle, Humboldt, María Reina, Pestalozzi, Markham, Champagnat, entre otros.

A inicios de 1977, el club Saeta que estaba frente a Tradiciones en la misma Av. del Bosque de San Isidro, se traslada a la calle El Rosario, en el mismo distrito, a una casa bastante grande, frente al colegio Santa Úrsula.

El local de la Av. del Bosque 386, donde estaba la casa cubierta por una enredadera, quedó para la labor de escolares del Centro Cultural Tradiciones y a los pocos meses se convirtió en un nuevo Centro que se llamó “Olivares” por su proximidad al bosque de los olivos de San Isidro. Allí empezó una interesante e inolvidable labor con chicos de colegio de todo Lima. (P. Manuel Tamayo).

viernes, 10 de mayo de 2024

PRIMERA MISA EN LIMA Y TRÁNSITO AL CIELO                           DE SAN JOSEMARÍA

Primer semestre, 1975

Todavía estaba Velazco Alvarado de presidente de la República. El clima político bastante alterado, especialmente en Lima. Los semanarios de Alfonso Baella Tuesta (El Tiempo) y de Francisco Chirinos Lizarez (Opinión Libre), nos ponían al día de los últimos acontecimientos.

San Josemaría, que había estado el año anterior en Lima, rezó mucho por nuestro país. Nos llenó de esperanza, incluso nos dijo: “en el Perú y desde el Perú” recordándonos la misión que teníamos, como cristianos, de acercar mucha gente a Dios, incluidas las autoridades. Siempre que terminaba una tertulia nos hacía rezar por las autoridades civiles y eclesiásticas.

Yo, recién ordenado, veía a mi país quebrado y a mucha gente dolida por la situación en que se encontraban. Varios perdieron sus tierras y sus propiedades y otros tuvieron que emigrar al extranjero para buscar mejores oportunidades para vivir.

Nuestras primeras Misas solemnes en Lima podrían ser una buena ocasión para levantar los ánimos de nuestros familiares y amigos, haciéndoles ver que con Dios nada se pierde, y que más bien había que tener esperanza en la construcción de una sociedad más humana y más cristiana.

Jesús Alfaro, que se había ordenado conmigo en Barcelona, celebró su primera Misa solemne en Lima en la Iglesia de Jesús, María y José, detrás del hotel Bolívar, en el Centro de Lima, el 31 de marzo de 1975. Ambos las celebramos en latín y fueron cantadas. Antes le preguntaban al que se acababa de ordenar: “¿Cuándo vas a cantar Misa?”

 

En la Iglesia del Colegio SSCC Belén

Mi primera Misa solemne fue en la iglesia del colegio SSCC Belén en San Isidro. Los familiares y amigos que asistieron eran, en su mayoría, de la generación de mis papás, a la fecha deben haber fallecido todos. Llenaron la Iglesia, que es bastante grande.

El retablo de la Iglesia me trae gratos recuerdos de la infancia, cuando ayudaba en los oficios de semana santa, que eran presididos por el Cardenal Landazuri, junto a otros acólitos. El P. Armel, nos convocaba entre los años 58 y 63, para ayudar en el colegio de Belén. 

Cuando demolieron la Iglesia de Lima, el retablo fue trasladado a la actual Iglesia que tiene el colegio en San Isidro, y que fue construída por el Arquitecto Fernando Belaunde Terry. Y allí es donde celebré mi primera Misa solemne en Lima.

A esa Misa asistieron también dos sacerdotes de mi colegio, SSCC Recoleta, muy elegantes con sus hábitos blancos. Ambos se mantuvieron en la línea ortodoxa de la doctrina cristiana.  

El P. Armel Becket, fue quien me preparó para la primera comunión, me instruyó para ser acólito y Lobato en la tropa Scout Lima 1, fue también el primero que me habló personalmente sobre el sacerdocio diciéndome que iba a rezar por mi.  Esa conversación la tuve en un pasillo del segundo piso de mi colegio, cuando tenía 9 años de edad, la recuerdo como si fuera hoy. Al P. Armel le alegró mucho mi ordenación sacerdotal.

El otro sacerdote fue el P. Andrés Aldasoro, nuestro jefe de división, (encargado de nosotros), cuando cursaba 5to de media. Con él tuve, ya siendo sacerdote, muchas conversaciones. Me decía que nosotros éramos “el resto de Israel” porque conservábamos la doctrina que Jesucristo nos enseñó, sin cambiarla.

Predicó la homilía el P. Antonio Ducay, que ahora tiene 95 años. Con su estilo didáctico y directo empezó su homilía, mirándome a mi, que estaba sentado en la sede, y con una pregunta me interrogó: “Manuel, ¿porqué te has ordenado sacerdote?”.  Como todavía no tenía experiencia en los protocolos litúrgicos, me pareció que en ese momento tenía que responder esa pregunta y cuando estuve a punto de pararme para contestarle, continuó con la homilía. Pude respirar tranquilo.

Sentado en la sede, mientras el P. Ducay predicaba la homilía, observaba a mis padres y los veía un podo inquietos o tal vez preocupados porque de vez en cuando hablaban entre ellos. Al final de la Misa me enteré que mi hermano Guillermo había ingresado al hospital por un tema de neumotórax espontáneo. Menos mal que no fue grave y al día siguiente ya se le había expandido el pulmón y le dieron de alta. Este problema alteró la recepción de mi primera Misa porque aún no sabíamos lo que pasaba.

 

Sacerdote de Tradiciones

El director de Tradiciones era Jorge Gandolfo, unos días después de mi primera Misa llegó al Perú el P. Jaime Payeras y fue a vivir a mi casa. En el Centro recordábamos constantemente la visita que nos hizo San Josemaría el año anterior. Los recuerdos eran recientes con miles de anécdotas, todas edificantes, y una proyección de la labor apostólica que no tenía límites.  

En mayo hicimos romerías a los santuarios de la Virgen, José Ramón había preparado unos poemas y con la guitarra de fondo le acompañábamos, además, añadíamos las canciones que San Josemaría le cantaba a la Virgen de Guadalupe en 1970.

La última semana de junio estuve atendiendo una convivencia de las mujeres del Opus Dei en Sierralta, Chaclacayo. El día 26, cuando regresé a Tradiciones, Paul Cabrera me advierte, nervioso y balbuceando, que Jorge Gandolfo me quería decir algo. Pensé de inmediato que algo podría haberle ocurrido a algún familiar mío. Cuando entré a la salita, Jorge se echó a llorar, en ese momento pensé que algún familiar de Jorge se habría puesto mal o habría muerto, hasta que me dijo, entre sollozos, que San Josemaría había fallecido.

El tránsito al Cielo de San Josemaría

Me quedé petrificado con la noticia inesperada. Son esas ocasiones en que no reaccionas y pasan por tu cabeza mil cosas a unas velocidades astronómicas que no te permiten razonar. No sabía que decir. Me quedé un buen rato sentado sin atinar a nada.

Cuando se calmó Jorge, conversamos de lo que había que hacer de inmediato, yo era el sacerdote del Centro, primero tendríamos que organizar una Misa para que asistan todos los de la casa y algunas personas amigas; pero antes, había que dar la noticia a los que todavía no se habían enterado.

A la 1.30 pm entramos al almuerzo, silenciosos todos, parecía que estábamos en un curso de retiro, nadie decía ni comentaba nada. El P. Payeras consolaba a quienes continuaban compungidos. Fue un momento difícil de incertidumbre y desasosiego. Tuvimos la Misa por la tarde.

Nos informaron de la casa de la comisión regional, que el P. Vicente Pazos, que era el consiliario, había salido para Roma con el ing. Eugenio Jiménez.

En Lima se organizó una Misa de difuntos en la parroquia de la Virgen del Pilar concelebrada por los tres obispos: Mons. Ignacio Orbegoso, obispo de Chiclayo, Mons. Luis Sánchez Moreno, Obispo Prelado de Yauyos y Mons. Enrique Pélach, obispo de Abancay. (P. Manuel Tamayo). 

viernes, 3 de mayo de 2024

 DE PAMPLONA A LIMA

Un retorno temporal en 1975

La programación de las actividades sacerdotales estaba hecha para todo el año 1975. Antes del año nuevo recibí mis encargos. Igual que los demás sacerdotes tenía varias labores que atender: meditaciones, clases, retiros, confesiones, etc.

El P. Honorio que era el director espiritual no sabía qué hacer cuando todos los que no éramos españoles tuvimos que volvernos a nuestros países de inmediato.

En la Torre I, donde yo vivía, le tenía que dejar todo el trabajo de atender a los sacerdotes a Antonio Ariza, que también se había ordenado conmigo. Después de esas gestiones de último momento rápidamente hice las maletas y me fui a la estación del tren para viajar a Madrid donde tenía que tomar el avión. Me acompañó Pepe Tejada, que retornaba a México.

 

“¡Señor, que vea!”

En diciembre de ese año San Josemaría nos había pedido que repitiéramos la jaculatoria del ciego del evangelio, “¡Señor que vea!” y que añadiéramos: “¡que veamos todos y que vean muchos!”

Días antes de partir me había comunicado con Lima para anunciar mi retorno. Fue también una sorpresa para ellos, yo estaba haciendo el doctorado en Pamplona e iba cursando recién el primer año, no tenía mucho sentido que regresara a Lima si no había terminado.

En esos escasos días, bastante apretados, pude tener conversaciones con el director de mi tesis, el P. Jesús Ferrer, para empezar a elaborarla y poder terminarla a tiempo. Me dijo, con mucho aplomo y seguridad, que en Lima podía avanzarla y tenerla casi lista para cuando volviera. La verdad es que me animó mucho y me propuse trabajarla muy bien. La tesis se tituló: “La relación entre el pecado y el vicio en la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino”

Yo tenía una sensación ambigua, por un lado veía que era importante continuar con los estudios para acabar bien el doctorado que había empezado y por otro lado el volver a Lima, era alegría de volver a mi país después de 6 años de ausencia, y poder nuevamente ver a ver a mi familia y a mis amigos.

Estaba convencido que pronto podría volver nuevamente a Pamplona para terminar lo que había dejado estancado.

En Lima, las cosas no iban tan bien. Todavía gobernaba Juan Velasco Alvarado. Ese año confiscaron los diarios y los canales de televisión. A unos cuantos periodistas, entre los que se encontraba Federico Prieto, los deportaron a Buenos Aires. Se habían nacionalizado varias empresas y muchas tierras pasaron a ser administradas por campesinos que se reunían en cooperativas para sacar adelante sus proyectos; todo fue un fracaso y había un descontento general.

 

Llegando a Lima

Llegué al aeropuerto Jorge Chávez y estaban allí mis padres para recogerme. Los había visto hacía unos meses cuando fueron a mi ordenación en Barcelona. Mis hermanos estaban gigantes, Augusto y Guillermo, terminando sus estudios universitarios, mi hermana Teresa se había casado hace dos años con Gerardo Figuerola, los casó el P. Alberto Clavell, mi hermano Roberto había terminado el colegio y Rosita, mi hermana menor, era escolar todavía.

Encontré al país bastante venido a menos. Me impresionó ver las calles descuidadas, sucias y llenas de combis. Lima había perdido su encanto, ya no era la ciudad de las flores. Eran las consecuencias de los último 7 años del gobierno militar de corte socialista. En  los ambientes políticos se “rumoreaba” la inminente caída del Velasco.

 

Trámites para la primera Misa solemne en Lima

Se apuraron los trámites para que celebrara una Misa Solemne en Lima. Sería en la Iglesia del Colegio de Belén, don de estudiaron mi madre y mis hermanas, que estaba ahora a unas pocas cuadras de la casa de mis papás. Mandamos hacer las estampas y las invitaciones. Sería para el 4 de abril.

El país empezó a entrar en conflicto. En febrero hubo una huelga de policías y las turbas salieron para robar en las tiendas. Tuvo que intervenir el ejercito y hubieron heridos y muertos.

El 28 de marzo de 1975 San Josemaría cumplía sus bodas de oro sacerdotales, era viernes santo y pasó el día rezando y agradeciéndole al Señor su fidelidad:

 

“una mirada atrás… un panorama inmenso…tantos dolores y tantas alegrías; y ahora, ¡todo alegrías!, porque el dolor es como el martilleo del artista que quiere hacer de nosotros un crucifijo, el Cristo que hemos de ser”

 

Última visita de San Josemaría a Torreciudad

En mayo de 1975 San Josemaría recibió de su tierra natal Barbastro, la medalla de oro de la ciudad. En esas circunstancias se encontraba dolido porque le dieron la noticia de la muerte del P. Salvador Canals, a quien quería mucho.

Visitó también Torreciudad por última vez, allí fue cuando pidió, que en la capilla de los confesionarios se pusiera un mosaico de la Virgen de Guadalupe. Le acompañaban D. Álvaro del Portillo, D. Javier Echevarría y un mexicano, Alberto Pacheco.

San Josemaría dijo: “cuando esté listo el mosaico de la Virgen vendremos los tres para bendecirla” Alberto Pacheco pensó en ese momento que los tres serían: San Josemaría, D. Álvaro y D. Javier, como era lo lógico.

Pero, el mes siguiente San Josemaría se fue al Cielo, y cuando estuvo el mosaico listo, fueron a Torreciudad, para cumplir con el encargo, los tres: D. Álvaro, D. Javier y Alberto Pacheco. (P. Manuel Tamayo)

viernes, 26 de abril de 2024

 MI RODAJE SACERDOTAL

Santander y Pamplona, 1974

 

Inmediatamente después de despedir a mis padres que retornaban a Lima, me fui a Santander donde iniciaba mi “rodaje” sacerdotal. Era un lugar de veraneo visitado por muchos turistas y españoles que venían de grandes ciudades para pasar unos días de vacaciones en las playas.

Me había instalado en el único Centro que había, su nombre era “Pereda”. Al P. Jaime Sánchez le habían pedido que me orientara en las primeras actividades que debía realizar como sacerdote. Es lo que se suele hacer con los sacerdotes recién ordenados. Para mí todo era nuevo y tenía que preguntar mucho para aprender y no equivocarme.

 

Mis primeras actividades sacerdotales

En el Centro donde estaba asistían chicos, bachilleres y universitarios, a ellos les di las primeras meditaciones, incluso me pidieron que predicara un curso de retiro, que fue el primero que prediqué.

Nos fuimos hasta “Solares”, la casa de retiros de Santander, una casona grande y espaciosa, que resultó muy grata para esa primera experiencia. Tuve que esmerarme en preparar bien cada meditación, me ayudé con un fichero de temas, que había ido armando poco a poco, era lo que se estilaba en esas épocas, cuando todavía no existían los archivos de las computadoras. Después, como había visto a D. Honorio predicar en Pamplona con un folder bien ordenado con pestañas de colores, en poco tiempo me hice uno similar, que lo llevaba a donde iba, allí tenía registradas varias meditaciones y eso me daba mucha seguridad.

 

Paseo a la playa

En “Pereda” la pasé en grande con los chicos que frecuentaban el Centro. Un día fuimos de paseo a la playa con Tato Lucas. Me sorprendió mucho porque antes de salir averiguó como estaba la marea. Decía que en Santander todos tienen ese dato porque la marea varía con mucha facilidad. Así ocurrió con el paseo que hicimos. Llegamos en una lancha a una isla de arena en medio del mar y teníamos una playa para nosotros solos, pero debíamos abandonar la isla a primera hora de la tarde, porque la marea la iba a cubrir totalmente.

 

La atención sacerdotal de las almas (primeras experiencias)

Alternaba los paseos y el deporte con mis primeras actividades como sacerdote. El P. Jaime me llevó a la UCI de un hospital donde atendió a un enfermo grave que unas horas después falleció.

El domingo atendí el confesionario de una parroquia, era la primera vez que confesaba a todo tipo de personas, estuve algo nervioso, pero en la medida que avanzaban los penitentes venía la calma y podía percibir, por primera vez, la maravilla de la confesión, desde el confesor, que era yo.

A esa parroquia acudían familias enteras y bastante numerosas. Pasaban todos por el confesionario y ¡cuánto bien les hacía! Al final quedaba cansado, pero le di muchas gracias a Dios porque veía la alegría y la paz que tenía la gente después de haberse confesado.

En Santander estuve desde mediados de agosto hasta el último día de setiembre. El año académico empezaba en octubre y tenía que volver a Pamplona para terminar mi año de doctorado y hacer la tesis.

 

Una “prueba de fuego”

A Pamplona debía llegar una semana antes de que empezaran las clases porque me había preparado una “prueba de fuego” que era parte de mi “rodaje”: darles un curso de retiro a más de 50 numerarios jovencitos en la fase 2 del Colegio Mayor Belagua.

Llegué con la preocupación que puede tener un torero cuando le espera una faena difícil. El miedo de enfrentarte a algo nuevo y la “valentía” de ese reto con un afán muy grande de lanzarme al ruedo y decir: “¡sí puedo!”

La carpeta que me había comprado para las meditaciones la tenía bien ordenada con lenguetas de colores, una para cada tema de la meditación. Temía quedarme corto y que me quedara sin palabras antes de la hora. Había una sesión de puntos que me podía permitir un alargue si fuera necesario. Así, bien armado, acudí a predicar mi primer curso de retiro largo, de siete días.

Cuando llegó la hora de la primera meditación, me senté en la mesita con una lucecita que alumbraba mi folder; el oratorio estaba oscuro, veía en la penumbra las caras de muchos chicos dispuestos a escucharme. Mi voz, al principio temblorosa, se fue adecuando poco a poco, empecé a reforzar las ideas levantando el tono de voz y así me sentía más seguro.

La primera meditación salió bien, pero luego venía la segunda, la tercera y la cuarta. Eran 4 por día y durante 6 días. Tenía que respirar hondo e ir avanzando una por una. Me sentía como en un campeonato de fútbol donde había que ganar todos los partidos.

Ese primer curso de retiro duró una eternidad. No solo eran las prédicas, los asistentes hacían cola para conversar conmigo y eran 50. Terminé agotado pero contento de haberlo predicado y de haber terminado por fin.

En esos momentos uno cree que ya culminó, con éxito, algo importante, pero no era más que el principio, luego vendrían muchas más cosas.

 

El año académico de 1975

En Octubre empieza el año académico en España. Estaba alojado en la Torre 1 del campus de la Universidad de Navarra, era el Sacerdote de esa residencia de estudiantes, estaban alojados como 80 ó 100 residentes. Gracias a Dios algunos eran de la Obra y podía contar con ellos para las actividades que íbamos a organizar desde la residencia.

Todos los sábados teníamos una meditación en el oratorio para los que desearan asistir, ellos también tenían la posibilidad de recibir una ayuda espiritual por parte del sacerdote. La mayoría se acercaba para conversar y con relativa facilidad pedían confesarse. El nivel de piedad estaba bastante bien.

Para facilitar, de vez en cuando, predicaba otra meditación en alguna facultad y siempre eran bien concurridas.

Con los residentes teníamos tertulias, muchas veces musicales, íbamos todas las semanas a jugar un partido de fútbol y luego por la noche del sábado solía haber cine en el auditorio de Belagua.

Siempre tuve mucha afición por el cine. Antes de ordenarme tenía el encargo de operador de las máquinas de 35 mm, que estaban en la cabina de proyección de Belagua.

Era un encargo bastante sacrificado, antes de la proyección tenía que preparar los royos uniéndolos a las bobinas de la máquina, durante la proyección había que cuidar que los carbones no se juntaran ni se alejaran demasiado, para que la luz de la pantalla no perdiera nitidez, y después de la proyección, había que volver los rollos a sus bobinas originales y devolverlos a la oficina dónde se había alquilado la película.

Los días de semana tenía mis clases de doctorado en la Facultad de Teología, que estaba todavía al lado de la Catedral.

Además, con mucha frecuencia, desde las Torres, organizábamos retiros los fines de semana, para residentes o chicos de la universidad, en una pequeña casa de retiros llamada Obanos, a unos pocos kilómetros de Pamplona.

 

Retorno a Lima

Cuando me encontraba en todos esos trabajos, un día viene un director y me dice: “de parte del Padre que te regreses al Perú cuanto antes”. Me quedé boquiabierto porque no me dijo nada más.

Cuando le pregunté al director de mi Centro, me dijo que esa misma indicación era para todos los sacerdotes de la Obra que estaban en Pamplona y que no eran españoles.

En unos días todos estábamos comprando nuestros pasajes y el P. Honorio, que era el que programaba las actividades sacerdotales en Pamplona, tuvo que rehacer toda la programación que había hecho para el año 1975.

El 27 de enero de 1975 retorné a Lima. (P. Manuel Tamayo)

 

miércoles, 17 de abril de 2024

 LA EMOCIÓN DE LA PRIMERA MISA

La carrera hacia el altar y hacia el presbiterio

 

La preparación de la primera Misa va unida a la de las ordenaciones. Son meses de ensayos, aprendiendo los movimientos, las rúbricas y varias oraciones de memoria.

Es una instrucción intensa y minuciosa que garantice que cada uno esté muy bien preparado.

 

Las variaciones en la preparación

Como la gente es muy variada surgen también particularidades divertidas propias de la edad, yo me ordenaba a los 26 años, pero había otros que se ordenaban pasando los 50, y les costaba más aprenderse las cosas. El idioma también podía ser un obstáculo para algunos.

En medio de un ambiente familiar que era gratísimo, con las dificultades que podrían aparecer sorpresivamente, había un entusiasmo general con una dosis de nerviosismo que ponía “la piel de gallina”. Lo queríamos hacer todo muy bien y no fallar, pero no se lograba siempre.

Fue muy divertido cuando nos contaron que había un sacerdote recién ordenado que era muy pequeñito. Su primera Misa la tuvo en una Iglesia muy grande. Se revistió en la sacristía y los ornamentos eran también muy grandes, tanto que la casulla que se puso era muy gruesa y llegaba casi a tocar el suelo. Todo fue muy bien hasta que, al entrar a la Iglesia en procesión solemne, en el momento de la genuflexión, desapareció dentro de la casulla y hubo que recuperarlo con las risas y hasta carcajadas de la feligresía.

 

La Misa de la ordenación

Realmente la primera Misa es en el mismo día de las ordenaciones, donde todos concelebramos con el Obispo. Sin embargo, es costumbre celebrar una primera Misa solemne con la familia y los invitados, para agradecerle a Dios la llegada de un nuevo sacerdote y pedirle también por su fidelidad y santidad.

 

Los trabajos previos

Yo había preparado mi primera Misa Solemne muchos meses antes; al margen de todos los ensayos, había que mandar imprimir las estampas y las invitaciones. En esos años no existían los sistemas electrónicos, todo era a base de imprenta y correo.

Muchos de los que se ordenaron conmigo, celebramos una primera Misa  solemne en España, porque todavía nos íbamos a quedar un tiempo más en ese país para hacer nuestro “rodaje” (ganar experiencia en la práctica sacerdotal) y culminar algunos cursos que nos podían faltar para completar nuestros estudios. Luego celebraríamos otra primera Misa solemne al llegar a nuestro país.

Los que no éramos españoles podríamos escoger la ciudad y el lugar para un nuestra primera Misa. La mayoría escogía, lógicamente, un colegio mayor, una residencia, la capilla de una universidad o colegio, etc. Yo escogí la primera obra corporativa del Opus Dei en Bilbao: el colegio Gaztelueta.

Mi primera Misa Solemne en España fue el 8 de Agosto de 1974, era en pleno verano.

 

Asistentes a mi primera Misa

En Gaztelueta había un curso de estudios con chicos de distintas regiones de España. La Santa Misa la celebré en la capilla del colegio, que era bastante grande y espaciosa. Asistieron mis padres que fueron atendidos en todo momento, por el P. Manuel Botas, que viajó de Madrid a Bilbao, y por el matrimonio Otaduy, una pareja de supernumerarios.

El P. Botas fue mi padrino de capa y el P. Juan Francisco Onaindía, (Don Fanfi), que llegó al Perú, cuando era laico, para atender como médico en Madre de Dios (ceja de selva) y Yauyos (sierra), fue el que predicó la homilía.  

Asistieron varios amigos de Pamplona y Logroño. Entre los asistentes estaba el Dr. Francisco Ponz, que luego fue rector de la Universidad de Navarra, también estuvo el profesor Pedro Lombardía, canonista y uno de los pioneros de Navarra.

También asistió Carito Mac Mahón, “la condesa de la sangre y del espíritu” así la llamaba San Josemaría en una de las cartas que escribió en los primeros tiempos, porque esa mujer, de la nobleza, apoyó de un modo incondicional al Opus Dei cuando llegó a la ciudad de Bilbao.

 

Después de mi primera Misa

El P. Manuel Botas nos llevó a mis padres y a mi, a cenar a la casa de la familia Ibarra, donde estaba Carito. Una mansión muy elegante frente al mar.

En esa casa, antes de la cena, nos pasaron una película de 8 mm sobre la Misa de la primera comunión que celebró San Josemaría en la capilla de esa casa, para uno de los hijos de esa familia. Fue una cena muy grata donde el P. Botas y la familia Ibarra contaban a mis padres y a mi, los inicios de la labor del Opus Dei en Bilbao.

La familia Ibarra, por encargo del P. Botas, me regalo un álbum con fotos grandes y a color de mi primera Misa.

Otro día fuimos a cenar a casa de la familia Otaduy que se encargaba de atender a mis padres mientras yo estaba en los ensayos de la ordenación y la primera Misa. Con ellos fueron a conocer Bilbao y conversaron mucho sobre la Obra, les contaron que tienen dos hijos numerarios; uno de ellos, Javier, estudió conmigo en Roma.

Mis papás quedaron muy contentos con las atenciones recibidas y le guardaron siempre admiración y cariño al P. Manuel Botas y a los esposos Otaduy.

Saliendo de Bilbao llevé a mis padres a otras primeras Misas de algunos compañeros de ordenación.

Aprovechando el viaje de mis padres y la alegría de mi reciente ordenación, no quería perderme la oportunidad, estando tan cerca, de ir a rezar al Santuario de la Virgen de Lourdes con mis papás.

Llegando a San Sebastián alquilé un carro para ir a Lourdes. Me alojé en el Colegio Mayor Ayete y al día siguiente, muy temprano, salimos para llegar a Lourdes antes del medio día. No había tráfico y llegamos muy bien.

 

Rezando en la gruta de las apariciones

Lo primero que hicimos al llegar fue ir a rezar a la gruta de las apariciones, emocionado de tener a mis padres junto a mi, recé el rosario con especial devoción y luego, cautivado por el ambiente de piedad de ese lugar sagrado y bendecido, salí oxigenado espiritualmente y feliz de haber visitado a la Virgen en Lourdes, justo después de mi ordenación sacerdotal. Mis padres también estaban muy felices. Le agradecí a la Virgen y le pedí por ellos.

 

La primera Misa del P. Alfaro en Pamplona

Después de almorzar volvimos a San Sebastián para dirigimos enseguida a Pamplona para asistir a la Primera Misa Solemne del P. Jesús Alfaro.

Llegamos a Pamplona a media mañana, mis padres pudieron conocer parte del campus de la Universidad y el colegio Mayor Belagua, donde fue la Misa de Jesús. A primera hora de la tarde tuvimos el almuerzo y la tertulia. Ese día en Belagua hubo un ambiente de fiesta impresionante.

Estábamos convencidos que 44 sacerdotes recién ordenados podríamos cambiar el mundo; al Padre Alfaro y a mi nos tocaba cambiar el Perú. ¡Qué sueños!

 

Otros recorridos importantes

No podía dejar de ir a Logroño, ahora de sacerdote, donde había estado varios años. De laico, estuve atendiendo la labor del Club Glera de esa ciudad cerca de tres años. Tenía que pasar por allí, para agradecer a todos los que, grandes y chicos, estuvimos en las contiendas apostólicas de esos tiempos que, gracias a Dios, dieron muchas vocaciones. Para mi fueron años inolvidables donde se veía claramente la mano de la Providencia.

Con mis padres visitamos la casa de la calle Sagasta donde vivió San Josemaría. Estaba ocupada por la familia Marraco. Los padres eran supernumerarios y dos hijos: José y Javier son ahora sacerdotes numerarios, del resto de la familia no tengo noticias. Volvimos a Pamplona pronto porque no había más tiempo y tenía una visita pendiente a Santander.

Santander, era el lugar donde me iba a quedar para hacer “rodaje” que todo sacerdote recién ordenado debe hacer para ganar experiencia. Fui en auto con mis padres. El Centro donde iba a vivir en ese verano, se llamaba “Pereda”, era el único de Santander, había también una casa de retiro “Solares” en las afueras de la Ciudad.

Mis padres se alojaron en un hotel. En el Centro, saludé al Padre Rafael Asenjo (ya fallecido), que había asistido a mi primera Misa en Bilbao y conocí al P. Jaime Sánchez, que era más joven y deportista, gran aficionado al ciclismo, también estaba Tato Lucas, numerario mayor, y otros más jóvenes, que ahora no recuerdo.

En Santander dejé las maletas, les expliqué a mis padres lo que iba a hacer en esa ciudad. Alquilé otro carro para llevar a mis papás a Madrid, donde tomarían el avión de regreso para Lima.

 

Un día más en Madrid

En Bilbao el P. Botas me había pedido que, cuando fuera a Madrid, asistiera a la primera Misa del colombiano Juan de Dios Hoyos, en el Colegio Mayor Moncloa. El P. Botas, que también estuvo allí, nos recibió con mucha amabilidad.

Al terminar la Misa nos invitaron al almuerzo. No lo conocía, pero saludé al sub director de Moncloa, que era Antonio Abruña. Él se fue luego al Perú y es el actual rector de la Universidad de Piura.

De Moncloa el P. Botas, llevó a mis padres al hotel y a mi me alojó en su casa. Al día siguiente invitó a mis padres a una Misa que celebré para la administración, luego nos quedamos a desayunar y se armó una larga e interesante conversación, como todas las que organizaba el P. Botas con el extraordinario don de gentes que tenía.

En la madrugada viajaban mis padres. Don Manuel llamó a un sacerdote joven que se había ordenado conmigo para que me acompañara al aeropuerto a dejar a mis padres y me dio las llaves de su carro para que los llevara. Así pude despedir a mis papás, que estaban agradecidos de los gestos del P. Botas.

Cuando se fueron mis padres dejé al que me había acompañado en el Centro donde estaba alojado y me fui a la casa del P. Botas para dejarle el carro y dormir.

Si bien recuerdo habría llegado a las 2.00 am, a la casa del P. Botas, donde estaba alojado y al entrar a mi cuarto, la luz de la lámpara estaba encendida y la cama preparada para que pudiera acostarme. Eran los detalles de Don Manuel.  

Al día siguiente, cuando llegue a Santander me llamó por teléfono para preguntarme cómo estaba y si había llegado bien, sin ningún contratiempo, también me preguntó por mis padres. ¡Cuánto tengo que agradecer! (P. Manuel Tamayo).

 

 

 

 

viernes, 12 de abril de 2024

 21ROSAS ROJAS

Preludio de mejores tiempos

 

El 9 de julio de 1974 me encontraba en la convivencia de ordenandos, junto a 44 profesionales de distintos países del mundo, en una magnífica casa de retiros, a unos pocos kilómetros de Barcelona, llamada Castelldaura. La casa estaba situada en Premia del mar, en una especie de colina desde donde se podía divisar el mediterráneo, con sus puestas del sol, en el horizonte. 

 

Era verano y hacía un calor terrible. En Lima mis papás hacían gestiones para poder estar presente en las ordenaciones y el 9 de julio de ese año, aterrizaba en Lima, procedente de Chile, San Josemaría Escrivá, acompañado del ahora beato, Álvaro del Portillo y de Don Javier Echevarría. Era la primera vez que San Josemaría venía al Perú por lo que había una emoción desbordante.

 

El P. Vicente Pazos, que era el consiliario, estuvo antes en Argentina para coger experiencia de la visita que San Josemaría estaba haciendo en ese país. Regresó deslumbrado al ver teatros llenos de gente, más de mil personas, asistiendo a las tertulias del Fundador del Opus Dei.

 

En Lima se había calculado que la tertulia general podría realizarse en el hall de Los Andes, donde podrían caber, muy apretadas, unas doscientas personas. No se sabía calcular cual sería el número de personas que vendrían a esas tertulias. El P. Pazos, con la experiencia de Argentina, advirtió que los espacios deberían ser mucho más grandes. Entonces se optó por los jardines de Miralba y de Larboleda.

 

21 años después

 

El 9 de julio de 1953, llegó el Opus Dei al Perú con el P. Manuel Botas. San Josemaría le había puesto en la primera página de su breviario, antes de salir: “¡Manolo más!”, confiando en su capacidad para hacer crecer y extender el Opus Dei en nuestro país. 

 

El 9 de julio de 1974, cuando llega San Josemaría a Lima, se cumplían 21 años de la llegada del Opus Dei al Perú, era la mayoría de edad en aquel entonces.

 

Mons. Escrivá se encontró al entrar en la casa de la calle El Rosario, donde se alojó, (la sede de la Comisión regional), una bandeja con 21 rosas rojas, conmemorando la efemérides.

 

Desde Castelldaura, en el umbral de mi ordenación, pensaba en mi edad y en las circunstancias actuales. Ese mes cumplía 26 años y San Josemaría vio el Opus Dei, cuando tenía “26 años, gracia de Dios y buen humor” como decía él. Y pensaba yo, ahora que me voy a ordenar, está en mi tierra (Lima),San Josemaría. Esta consideración era como una llamada a la responsabilidad para ser un sacerdote “santo, alegre y deportista”, como quería Mons. Escrivá.

 

 

 

Bodas de oro sacerdotales

 

Ahora, al escribir esta nota, han pasado 50 años. En julio cumpliré 76 años de edad y en Agosto 50 de sacerdote. 

 

Vuelve a repetirse una circunstancia similar: el Prelado del Opus Dei, Mons. Fernando Ocáriz, visitará el Perú este año 2024, en el mes de julio y agosto. 

 

Son coincidencias que me invitan a una reflexión más profunda, en una época donde todos estamos unidos, contemplando detenidamente el carisma que hemos recibido de Dios a través de San Josemaría, ¡Qué responsabilidad!

 

Semana Santa 2024

 

En la tertulia con sacerdotes del último Congreso Internacional Universitario (UNIV), celebrado en Roma durante la Semana Santa, el Prelado del Opus Dei les sugería que repitieran la jaculatoria “Omnia in bonum” que significa “todo es para bien” haciéndoles ver que de Jesucristo y de la Iglesia solo pueden venir cosas buenas.

 

Acontecimientos históricos

 

San Josemaría ofreció su vida por la Iglesia y el Señor le llamó el 26 de junio de 1975. Fui de la última promoción de ordenados, estando San Josemaría vivo. A los 10 meses de nuestra ordenación San Josemaría se va al Cielo. 

 

Siendo sacerdote joven me tocaron acontecimientos trascendentes que marcaron etapas históricas, en la Iglesia y en el Opus Dei: la elección de Don Álvaro del Portillo, como sucesor de San Josemaría, la elección del Papa San Juan Pablo II, la erección del Opus Dei como Prelatura personal, la beatificación y la canonización de San Josemaría, los nombramientos de Obispo Prelado del Opus Dei de Don Álvaro del Portillo y de Don Javier Echevarría.

 

Fueron años de roturación y de poner cimientos para lo que vendría después.

En aquellos años y también ahora, caminamos entre corazones y espinas, con una esperanza grande como la que expresaba San Josemaría el día de sus bodas de oro sacerdotales, dos meses antes de irse al Cielo: 

 

“Una mirada atrás, un panorama inmenso, ¡tantos dolores! ¡tantas alegrías! y ahora: ¡todo alegrías, todo alegrías! Porque el dolor es como el martilleo del artista, que quiere hacer de cada uno de nosotros un crucifijo, el Cristo que hemos de ser!”

 

Un día el P. Amadeo Fuemayor, uno de los mayores del Opus Dei, ya fallecido, se encontraba en un tren de regreso a Pamplona. Había estado en Roma trabajando, era canonista, en la elaboración del nuevo código de Derecho Canónico. 

 

En el tren se sentó a su lado una señora. Don Amadeo viajaba pensando en lo que estaba trabajando. La señora quiso darle conversación cuando el tren pasaba, en ese momento, por un cuartel de la marina. No se le ocurrió otra cosa que preguntarle: “Padre, ¿es usted sacerdote de la Armada?  

 

Don Amadeo, que era muy listo y siempre contestaba con frases precisas, la miró y le dijo: “no señora, no soy sacerdote de la armada…pero sí soy sacerdote de lo que se está armando” haciendo alusión a todo lo bueno que vendría después para el Opus Dei y la Iglesia. 

 

Don Amadeo sabía muy bien que el Opus Dei había nacido “para servir a la Iglesia, como la Iglesia desea ser servida”, algo que San Josemaría repetía frecuentemente.

 

Lo que se viene ahora

 

En estos tiempos nos encontramos en el umbral de algo muy grande y maravilloso que está por llegar. Llegarán, Dios mediante, tiempos increíbles, si nos portamos bien. 

 

San Josemaría nos hacía soñar y nos decía que nos íbamos a quedar muy cortos con nuestros sueños. “La redención todavía continúa haciéndose” Se trata de algo muy bueno, como todo lo que viene de Dios. 

Es urgente que muchos más se acerquen a Dios, para que no se pierdan y puedan gozar de las maravillas que el mismo Dios nos alcanzará cuando nos esforcemos por estar, cada día, más cerca de Él. 

 

Como decía el mismo Señor en las Sagradas Escrituras: “El que pueda entender, que entienda” (P. Manuel Tamayo).